Capítulo 2
En algún lugar de la polinesia
Base secreta de los Estados Unidos de América.
Los pasillos del área B6 estaban excepcionalmente tranquilos
últimamente después de la reubicación que supuso la construcción de las áreas C
y D. Clyde, centinela del área B6, al principio se preguntaba si realmente eran
necesarias esas ampliaciones. Después de que se produjera la reasignación de
personal a las nuevas secciones, Clyde ya ni se lo planteaba. La tranquilidad
que se respiraba en el ambiente, el silencio y la paz que reinaba en su sección
eran incomparables. Vamos, que estaba encantado de la vida y jamás había sido
más feliz desde que más de la mitad de la población de la zona B se había
mudado a las otras dos nuevas divisiones.
Estaba en su puesto de vigilancia a primera hora de la mañana
cuando Arnold, el jefe de centinelas, vino a arruinar su momento zen de
meditación.
—Clyde, pedazo de vago —gritó—, despierta, que el día que pase
algo, la somanta de hostias que te vas a llevar va a ser bonita.
—Calla, chucho —Clyde bostezó mientras se estiraba—, que no estaba
durmiendo, sólo descansaba los ojos.
—A ti te voy yo a descansar permanentemente como en mi sección
monten el pollo que hubo la semana pasada en la A7.
—Vamos, Arnold —resopló—, no seas agonías. El chavalín está en una
edad complicada y por internet se encuentran cosas muy chungas.
—¿Cosas muy chungas? —arqueó una ceja y se cruzó de brazos—. Lo
normal es que estos críos se dediquen a consumir porno en cantidades
industriales, no a buscar las instrucciones para fabricar artefactos explosivos
caseros.
—Vamos, tío —le dio unas palmaditas en la espalda—, de momento se
trata de un hecho aislado, no hay que ser alarmistas ¿Habéis hablado con él?
—Les he preguntado a los gilipollas de la sección A pero todavía
no me han preguntado y estoy muy mosqueado, sobre todo porque hoy entra carne
fresca en el recinto.
—¡Coño! ¿Era hoy? —se sacó del bolsillo un dispositivo móvil—.
¿Tenemos que ir ya al aeródromo para recibir a la doctora?
—Dentro de cinco minutos emitiré el aviso para que todos mis
centinelas se reúnan en esta entrada, por eso he venido hasta aquí, minino —le
dijo guiñándole un ojo.
Clyde se ocupaba
del control de acceso a la sección B6 y por lo tanto, estaba en el puesto de
vigilancia en la entrada de dicha zona. Por ello, en cuanto Arnold emitió su
llamada, los centinelas fueron llegando y colocándose en formación.
—Bien, centinelas —Arnold se aclaró la voz—, en cuanto el avión de
la capitana aterrice quiero que George y Mike sean la sombra de la doctora, de
cubrir a la capitana nos encargamos Roger y yo. Clyde, eres el más rápido así
que quiero que estés moviéndote constantemente, ya sabes cómo va —se puso
firmes y alzó la voz—. ¿Lo habéis entendido todos?
—¡Sí, señor! —gritaron todos al unísono.
Rompieron filas y
la mitad de los centinelas regresaron al cuartel mientras la otra mitad se puso
en camino hacia aeródromo que estaba a un kilómetro aproximadamente de allí.
Tenían que atravesar el complejo deportivo, canchas de baloncesto, pistas de
atletismo, piscinas y un par de pabellones cubiertos. Mientras tanto, Clyde y
Arnold charlaban relajadamente.
—¿Sabes algo más de la doctora? —preguntó Clyde con tono
despreocupado.
—Por lo visto necesitaban un médico de cabecera y el doctor Clarke
es esencialmente traumatólogo.
—Pero un médico es un médico —se encogió de hombros—, para darle
una pastilla a los flojos de nuestra sección le da de sobra, ¿no?
—Por lo visto la capitana quiere que el doctor Clarke se centre en
los centinelas, así que todos los centinelas de todas las secciones acudirán al
doctor Clarke.
—Pero entonces no entiendo la división —se rascó la cabeza—,
¿Entonces cualquier otro morph que se ponga enfermo irá a la doctora?
—Por el momento sí. —Arnold se encogió de hombros—. Parece ser que
en nuestra zona vivimos los centinelas que vigilamos todas las áreas y los
servicios médicos, en la sección A están los científicos experimentales y en la
C y D se ha reubicado al resto de la
población.
—¿Y me puedes explicar cómo un sujeto de la sección C o D apareció
con una bomba en la sección A? Se supone que ahí solo viven empollones y
científicos.
—Y también experimentos que salieron mal, no lo olvides —señaló
Arnold—. De todos modos, eso ha sucedido porque hay un capullo como tú que se
duerme en sus horas de vigilancia.
—Pues te digo una cosa, Arnold, aunque me encanta que los pasillos
estén vacíos, creo que es una cagada tenernos por ahí separados.
—Sí, no suelo cuestionar las órdenes de mis superiores pero… —Hizo
una pausa antes de abrir la verja del aeródromo—. A mí tampoco me parece muy
buena idea.
Abrió la puerta e
hizo un gesto para que todos los centinelas empezaran a pasar y a posicionarse
en la pista de aterrizarse. Clyde esperó a su lado mientras sus compañeros
entraban y se colocaban en formación.
—Lo normal sería que cada centinela viviera en su propia sección,
no que tuviéramos que volver al cuartel después de hacer turnos.
—Tú y yo tenemos suerte, Clyde, no tenemos ni que movernos, pero
Meyers, el jefe de la sección A…
El ruido del
motor de un helicóptero aproximándose interrumpió la conversación de Clyde y
Arnold que se apresuran a formar en la pista junto a los demás centinelas.
Mientras la aeronave realizaba las maniobras de aterrizaje, Clyde
captó unos movimientos extraños al otro lado del perímetro. Tras la verja que
delimitaba la pista de aterrizaje le pareció ver a dos sujetos escondidos tras
unos arbustos. No estaba seguro, podría ser fauna autóctona, pero no dejaba de
darle vueltas a lo que le había contado Arnold aquella mañana ¿Y si la
travesura del chaval resultaba no ser un hecho aislado?
Como no quería alarmar a nadie pero necesitaba a alguien que le
cubriera, le dio una palmadita en la espalda a su compañero de la izquierda,
Roman, que se volvió inmediatamente. Clyde le hizo señas para que le siguiera
en silencio y ambos dejaron la formación para investigar los movimientos más
allá de la cerca.
Mientras tanto, Cathleen observaba a las tropas en formación y en
cuanto los motores del aparato se detuvieron, todas las preguntas que tenía
guardadas para cuando el maldito ruido del motor se detuviera, salieron como un
torrente de sus labios.
—Capitán —empezó a hablar mientras se desabrochaba el cinturón—,
¿Estos son los centinelas de los que me ha hablado? Parecen marines, vamos,
que…
—Dígalo, doctora —se levantó una vez se liberó de su cinturón—:
parecen totalmente humanos. Pero la realidad es que tienen ADN animal,
principalmente felino y cánido en el caso de estos centinelas.
—¿Por qué precisamente felinos y cánidos? —Se levantó siguiéndola
a la compuerta del helicóptero
—Experimentamos con reptiles pero salió fatal. —Empezó a bajar las
escaleras para salir del helicóptero—. Fue cuando nos dimos cuenta de que con
un porcentaje de ADN animal mínimo era suficiente para obtener resultados
satisfactorios.
—Ya, por eso no tienen un aspecto extraño —Siguió a la capitana
descendiendo a trompicones—. ¿Cuándo piensan insertarlos en el ejército?
La pregunta de la
doctora se quedó sin respuesta ya que la capitana pasó a ignorarla en cuanto se
encontró con el jefe de centinelas Arnold y comenzaron a hablar entre ellos.
—Buenos días, Arnold —La capitana le estrechó la mano sonriente—.
¿Todo bien en mi ausencia?
—Todo bien por nuestra sección —carraspeó—, Meyers le pondrá al
día de lo sucedido en su zona.
—Estoy al corriente. —Se volvió hacia Cathleen—. Le presento a la
doctora Rainer. Cuídela bien que vivirá en su sección.
—Mucho gusto. —Cathleen le tendió la mano—. Espero serles de
ayuda.
—El gusto es mío, doctora —contestó el jefe de centinelas con una
sonrisa arrebatadora—, lo mismo digo.
Mientras el grupo
se dispersaba y avanzaban hacia las instalaciones deportivas y del centro
médico, Clyde y Roman seguían a los sospechosos. No quería ponerse en lo peor
pero parecía que estaban siguiendo a la comitiva que acompañaba a la doctora.
No creía que la seguridad de la doctora se viera comprometida con todo el
cuerpo de centinelas del área B escoltándola pero tampoco quería arriesgarse.
Cuando atravesaban las instalaciones deportivas, aquellos dos
sujetos se introdujeron por un pequeño agujero en la verja y siguieron
agazapados entre la vegetación. Clyde entonces decidió informar a Arnold por el
intercomunicador.
—Jefe, hay un código verde en las inmediaciones de la pista de
atletismo.
Esperó la
respuesta de Arnold sin perderles de vista ya que se habían parado cerca de las
pistas de atletismo y aun estaban relativamente lejos de la comitiva.
—¿Cuántos son? —contestó finalmente—. ¿Podéis interceptarles?
—Los tenemos al alcance, pero no queríamos actuar sin consultarte.
—Interceptadlos y llevadlos al cuartel, no quiero que la doctora
se entere.
—Entendido. Nos vemos allí, jefe.
Arnold se guardó
el intercomunicador y alcanzó el grupo que se había adelantado hacia las
instalaciones del centro médico.
—Si he entendido bien —preguntó Cathleen antes de entrar en el
centro médico—, en esta sección vive el personal médico y los centinelas
¿Verdad?
—Correcto —contestó lacónicamente la capitana
—Y las secciones C y D son para el resto de la población —Frunció
el ceño pensativa—.¿Cierto?
—En efecto, aunque seguramente tendrás más pacientes de la sección
D que son más débiles en general.
—Pero …—Se quedó congelada con esa última afirmación de la
capitana—. Los investigadores están en la sección A…
—Es correcto, Cathleen. —Se detuvo ante la puerta esperando
mientras Arnold les abría las puertas—. Ahora vamos a visitar el centro médico
y conocerás al doctor Clarke, el traumatólogo que cuida de las lesiones de
nuestros centinelas.
—Pero —titubeó un poco antes de entrar—, yo no se nada de
traumatología.
—Oh, no querida, no te asustes —se rió mientras la empujaba a
continuar por el pasillo—, al doctor no le faltan asistentes y tus méritos son
suficientes como para tener un estatus superior que el de una mera ayudante.
—Pero… —Frunció el ceño extrañada mientras avanzaba a trompicones
por el pasillo intentando seguir a la capitana—. Tal como me había descrito las
secciones yo pensé que…
—Bien, ya llegamos —se paró frente a la puerta de una consulta y
sonrió satisfecha—. Cathleen, esta será tu consulta.
Arnold abrió las
puertas mientras la pobre doctora Rainer que esperaba continuar su carrera de
investigadora, veía como sus aspiraciones se iban haciendo añicos como los
azulejos cuarteados del fondo.
—Sólo hay que hacerle un par de arreglillos pero queríamos que
estuvieras tú para escoger los materiales y la decoración que más te gustara.
—Sí, claro —susurró mirando a su alrededor—, tiene… mucho
potencial…
—¡Genial! —exclamó encantada de la vida—. Pues ya tenemos médico
de cabecera en la base. Ahora Marcus, Ben, Lucien y Albert te llevarán a tu
nueva casa—nombró a los centinelas mientras los señalaba—, yo tengo asuntos que
arreglar con Arnold.
Aun conmocionada
por descubrir cuál iba a ser su trabajo, se dejó llevar por los cuatro
centinelas mientras la capitana Abott y Arnold se marchaban en dirección
contraria.
Para Clyde no había sido demasiado complicado alcanzar a los
sospechosos. Su ADN de guepardo le daba la ventaja de una rapidez imposible de
superar. Para cuando la capitana y Arnold llegaron al cuartel, los dos
sospechosos estaban ya en celdas separadas aunque se negaban a hablar. Sólo
eran dos chiquillos de apenas dieciocho o diecinueve años, igual que el
muchacho que la armó en la sección A.
Arnold quería ocuparse de interrogar a los sujetos pero la
capitana insistió en llevárselos a las celdas de retención de la zona A. La
decisión no dejó indiferente a ninguno de los centinelas presentes. De hecho,
cuando se produjo el cambio de turno y ambos se dirigían a sus casas, hablaron
del tema:
—¿Por qué crees que los trasladan a la sección A? —preguntó Arnold
extrañado—. Se supone que ahí sólo quedaban los investigadores.
—Ya… —sonrió Clyde sarcástico—. Y el mando militar humano, eso es
lo que no nos han dicho.
—Bueno, en el fondo es comprensible que mantengan al mando militar
humano, ¿no crees? —Le miró de reojo—. Al fin y al cabo, puede que tengan
miedo.
—¿De qué? —Frunció el ceño—. ¿Porque creen que no somos tan
humanos como ellos? Venga, no me jodas. Muchos de ellos también tienen muchas
mierdas y mutaciones en sus ADN y se hacen llamar humanos. —Alzó las manos
alterado—. De hecho me atrevería a decir que algunos tienen más alteraciones
que nosotros… Venga tío, no me jodas…
—Si yo te entiendo —dijo en tono conciliador para tratar de
tranquilizarlo—, pero a la gente le da miedo las personas que pueden hacer
cosas extraordinarias como tú, que corres más rápido que nadie.
—Bueno, ya ves —resopló—, soy poco más rápido que Usain Bolt.
—Clyde… —Suspiró y negó con la cabeza dándole palmaditas en la
espalda—. Mira, todo esto es muy raro y es mejor que no comentes nada, todo
queda entre tú y yo.
—Sí, claro. —Miró a su alrededor—. Fuera del alcance de las
cámaras, ¿no?
—A ver… —Se pasó la mano por el pelo con aire de preocupación—.
Puede que estemos siendo un poco paranoicos y si nos precipitamos, podemos
buscarnos un problema.
—Ya… —Se mordió el labio y le dio un par de palmaditas en la
espalda—. A mí también me encanta mi trabajo y no quiero que la capitana Abbott
se cabree.
Se detuvieron
frente a un grupo de casitas de una planta que parecía el típico vecindario
norteamericano.
—Y no te duermas mañana, misifú.
—Déjame en paz, pulgoso.
Se despidieron
entre risas entrando cada uno en sus casas, que se hallaban a lados opuestos de
la carretera.
Clyde |
Leido ,muy majos estos cambiaformas XDZxZd ,y que chasco lo de la doctora ,pobre XDXD
ResponderEliminarEn realidad no son cambiaformas. Ya te lo explico mañana cuando nos veamos XD
EliminarMe alegro de que te guste XD Mañana comentamos.