jueves, 18 de agosto de 2016

Capítulo 2: El centinela Clyde

Capítulo 2

En algún lugar de la polinesia
Base secreta de los Estados Unidos de América.

Los pasillos del área B6 estaban excepcionalmente tranquilos últimamente después de la reubicación que supuso la construcción de las áreas C y D. Clyde, centinela del área B6, al principio se preguntaba si realmente eran necesarias esas ampliaciones. Después de que se produjera la reasignación de personal a las nuevas secciones, Clyde ya ni se lo planteaba. La tranquilidad que se respiraba en el ambiente, el silencio y la paz que reinaba en su sección eran incomparables. Vamos, que estaba encantado de la vida y jamás había sido más feliz desde que más de la mitad de la población de la zona B se había mudado a las otras dos nuevas divisiones.
Estaba en su puesto de vigilancia a primera hora de la mañana cuando Arnold, el jefe de centinelas, vino a arruinar su momento zen de meditación.
—Clyde, pedazo de vago —gritó—, despierta, que el día que pase algo, la somanta de hostias que te vas a llevar va a ser bonita.
—Calla, chucho —Clyde bostezó mientras se estiraba—, que no estaba durmiendo, sólo descansaba los ojos.
—A ti te voy yo a descansar permanentemente como en mi sección monten el pollo que hubo la semana pasada en la A7.
—Vamos, Arnold —resopló—, no seas agonías. El chavalín está en una edad complicada y por internet se encuentran cosas muy chungas.
—¿Cosas muy chungas? —arqueó una ceja y se cruzó de brazos—. Lo normal es que estos críos se dediquen a consumir porno en cantidades industriales, no a buscar las instrucciones para fabricar artefactos explosivos caseros.
—Vamos, tío —le dio unas palmaditas en la espalda—, de momento se trata de un hecho aislado, no hay que ser alarmistas ¿Habéis hablado con él?
—Les he preguntado a los gilipollas de la sección A pero todavía no me han preguntado y estoy muy mosqueado, sobre todo porque hoy entra carne fresca en el recinto.
—¡Coño! ¿Era hoy? —se sacó del bolsillo un dispositivo móvil—. ¿Tenemos que ir ya al aeródromo para recibir a la doctora?
—Dentro de cinco minutos emitiré el aviso para que todos mis centinelas se reúnan en esta entrada, por eso he venido hasta aquí, minino —le dijo guiñándole un ojo.
            Clyde se ocupaba del control de acceso a la sección B6 y por lo tanto, estaba en el puesto de vigilancia en la entrada de dicha zona. Por ello, en cuanto Arnold emitió su llamada, los centinelas fueron llegando y colocándose en formación.
—Bien, centinelas —Arnold se aclaró la voz—, en cuanto el avión de la capitana aterrice quiero que George y Mike sean la sombra de la doctora, de cubrir a la capitana nos encargamos Roger y yo. Clyde, eres el más rápido así que quiero que estés moviéndote constantemente, ya sabes cómo va —se puso firmes y alzó la voz—. ¿Lo habéis entendido todos?
—¡Sí, señor! —gritaron todos al unísono.
            Rompieron filas y la mitad de los centinelas regresaron al cuartel mientras la otra mitad se puso en camino hacia aeródromo que estaba a un kilómetro aproximadamente de allí. Tenían que atravesar el complejo deportivo, canchas de baloncesto, pistas de atletismo, piscinas y un par de pabellones cubiertos. Mientras tanto, Clyde y Arnold charlaban relajadamente.
—¿Sabes algo más de la doctora? —preguntó Clyde con tono despreocupado.
—Por lo visto necesitaban un médico de cabecera y el doctor Clarke es esencialmente traumatólogo.
—Pero un médico es un médico —se encogió de hombros—, para darle una pastilla a los flojos de nuestra sección le da de sobra, ¿no?
—Por lo visto la capitana quiere que el doctor Clarke se centre en los centinelas, así que todos los centinelas de todas las secciones acudirán al doctor Clarke.
—Pero entonces no entiendo la división —se rascó la cabeza—, ¿Entonces cualquier otro morph que se ponga enfermo irá a la doctora?
—Por el momento sí. —Arnold se encogió de hombros—. Parece ser que en nuestra zona vivimos los centinelas que vigilamos todas las áreas y los servicios médicos, en la sección A están los científicos experimentales y en la C y D  se ha reubicado al resto de la población.
—¿Y me puedes explicar cómo un sujeto de la sección C o D apareció con una bomba en la sección A? Se supone que ahí solo viven empollones y científicos.
—Y también experimentos que salieron mal, no lo olvides —señaló Arnold—. De todos modos, eso ha sucedido porque hay un capullo como tú que se duerme en sus horas de vigilancia.
—Pues te digo una cosa, Arnold, aunque me encanta que los pasillos estén vacíos, creo que es una cagada tenernos por ahí separados.
—Sí, no suelo cuestionar las órdenes de mis superiores pero… —Hizo una pausa antes de abrir la verja del aeródromo—. A mí tampoco me parece muy buena idea.
            Abrió la puerta e hizo un gesto para que todos los centinelas empezaran a pasar y a posicionarse en la pista de aterrizarse. Clyde esperó a su lado mientras sus compañeros entraban y se colocaban en formación.
—Lo normal sería que cada centinela viviera en su propia sección, no que tuviéramos que volver al cuartel después de hacer turnos.
—Tú y yo tenemos suerte, Clyde, no tenemos ni que movernos, pero Meyers, el jefe de la sección A…
            El ruido del motor de un helicóptero aproximándose interrumpió la conversación de Clyde y Arnold que se apresuran a formar en la pista junto a los demás centinelas.
Mientras la aeronave realizaba las maniobras de aterrizaje, Clyde captó unos movimientos extraños al otro lado del perímetro. Tras la verja que delimitaba la pista de aterrizaje le pareció ver a dos sujetos escondidos tras unos arbustos. No estaba seguro, podría ser fauna autóctona, pero no dejaba de darle vueltas a lo que le había contado Arnold aquella mañana ¿Y si la travesura del chaval resultaba no ser un hecho aislado?
Como no quería alarmar a nadie pero necesitaba a alguien que le cubriera, le dio una palmadita en la espalda a su compañero de la izquierda, Roman, que se volvió inmediatamente. Clyde le hizo señas para que le siguiera en silencio y ambos dejaron la formación para investigar los movimientos más allá de la cerca.
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Mientras tanto, Cathleen observaba a las tropas en formación y en cuanto los motores del aparato se detuvieron, todas las preguntas que tenía guardadas para cuando el maldito ruido del motor se detuviera, salieron como un torrente de sus labios.
—Capitán —empezó a hablar mientras se desabrochaba el cinturón—, ¿Estos son los centinelas de los que me ha hablado? Parecen marines, vamos, que…
—Dígalo, doctora —se levantó una vez se liberó de su cinturón—: parecen totalmente humanos. Pero la realidad es que tienen ADN animal, principalmente felino y cánido en el caso de estos centinelas.
—¿Por qué precisamente felinos y cánidos? —Se levantó siguiéndola a la compuerta del helicóptero
—Experimentamos con reptiles pero salió fatal. —Empezó a bajar las escaleras para salir del helicóptero—. Fue cuando nos dimos cuenta de que con un porcentaje de ADN animal mínimo era suficiente para obtener resultados satisfactorios.
—Ya, por eso no tienen un aspecto extraño —Siguió a la capitana descendiendo a trompicones—. ¿Cuándo piensan insertarlos en el ejército?
            La pregunta de la doctora se quedó sin respuesta ya que la capitana pasó a ignorarla en cuanto se encontró con el jefe de centinelas Arnold y comenzaron a hablar entre ellos.
—Buenos días, Arnold —La capitana le estrechó la mano sonriente—. ¿Todo bien en mi ausencia?
—Todo bien por nuestra sección —carraspeó—, Meyers le pondrá al día de lo sucedido en su zona.
—Estoy al corriente. —Se volvió hacia Cathleen—. Le presento a la doctora Rainer. Cuídela bien que vivirá en su sección.
—Mucho gusto. —Cathleen le tendió la mano—. Espero serles de ayuda.
—El gusto es mío, doctora —contestó el jefe de centinelas con una sonrisa arrebatadora—, lo mismo digo.
            Mientras el grupo se dispersaba y avanzaban hacia las instalaciones deportivas y del centro médico, Clyde y Roman seguían a los sospechosos. No quería ponerse en lo peor pero parecía que estaban siguiendo a la comitiva que acompañaba a la doctora. No creía que la seguridad de la doctora se viera comprometida con todo el cuerpo de centinelas del área B escoltándola pero tampoco quería arriesgarse.
Cuando atravesaban las instalaciones deportivas, aquellos dos sujetos se introdujeron por un pequeño agujero en la verja y siguieron agazapados entre la vegetación. Clyde entonces decidió informar a Arnold por el intercomunicador.
—Jefe, hay un código verde en las inmediaciones de la pista de atletismo.
            Esperó la respuesta de Arnold sin perderles de vista ya que se habían parado cerca de las pistas de atletismo y aun estaban relativamente lejos de la comitiva.
—¿Cuántos son? —contestó finalmente—. ¿Podéis interceptarles?
—Los tenemos al alcance, pero no queríamos actuar sin consultarte.
—Interceptadlos y llevadlos al cuartel, no quiero que la doctora se entere.
—Entendido. Nos vemos allí, jefe.
            Arnold se guardó el intercomunicador y alcanzó el grupo que se había adelantado hacia las instalaciones del centro médico.
—Si he entendido bien —preguntó Cathleen antes de entrar en el centro médico—, en esta sección vive el personal médico y los centinelas ¿Verdad?
—Correcto —contestó lacónicamente la capitana
—Y las secciones C y D son para el resto de la población —Frunció el ceño pensativa—.¿Cierto?
—En efecto, aunque seguramente tendrás más pacientes de la sección D que son más débiles en general.
—Pero …—Se quedó congelada con esa última afirmación de la capitana—. Los investigadores están en la sección A…
—Es correcto, Cathleen. —Se detuvo ante la puerta esperando mientras Arnold les abría las puertas—. Ahora vamos a visitar el centro médico y conocerás al doctor Clarke, el traumatólogo que cuida de las lesiones de nuestros centinelas.
—Pero —titubeó un poco antes de entrar—, yo no se nada de traumatología.
—Oh, no querida, no te asustes —se rió mientras la empujaba a continuar por el pasillo—, al doctor no le faltan asistentes y tus méritos son suficientes como para tener un estatus superior que el de una mera ayudante.
—Pero… —Frunció el ceño extrañada mientras avanzaba a trompicones por el pasillo intentando seguir a la capitana—. Tal como me había descrito las secciones yo pensé que…
—Bien, ya llegamos —se paró frente a la puerta de una consulta y sonrió satisfecha—. Cathleen, esta será tu consulta.
            Arnold abrió las puertas mientras la pobre doctora Rainer que esperaba continuar su carrera de investigadora, veía como sus aspiraciones se iban haciendo añicos como los azulejos cuarteados del fondo.
—Sólo hay que hacerle un par de arreglillos pero queríamos que estuvieras tú para escoger los materiales y la decoración que más te gustara.
—Sí, claro —susurró mirando a su alrededor—, tiene… mucho potencial…
—¡Genial! —exclamó encantada de la vida—. Pues ya tenemos médico de cabecera en la base. Ahora Marcus, Ben, Lucien y Albert te llevarán a tu nueva casa—nombró a los centinelas mientras los señalaba—, yo tengo asuntos que arreglar con Arnold.
            Aun conmocionada por descubrir cuál iba a ser su trabajo, se dejó llevar por los cuatro centinelas mientras la capitana Abott y Arnold se marchaban en dirección contraria.
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Para Clyde no había sido demasiado complicado alcanzar a los sospechosos. Su ADN de guepardo le daba la ventaja de una rapidez imposible de superar. Para cuando la capitana y Arnold llegaron al cuartel, los dos sospechosos estaban ya en celdas separadas aunque se negaban a hablar. Sólo eran dos chiquillos de apenas dieciocho o diecinueve años, igual que el muchacho que la armó en la sección A.
Arnold quería ocuparse de interrogar a los sujetos pero la capitana insistió en llevárselos a las celdas de retención de la zona A. La decisión no dejó indiferente a ninguno de los centinelas presentes. De hecho, cuando se produjo el cambio de turno y ambos se dirigían a sus casas, hablaron del tema:
—¿Por qué crees que los trasladan a la sección A? —preguntó Arnold extrañado—. Se supone que ahí sólo quedaban los investigadores.
—Ya… —sonrió Clyde sarcástico—. Y el mando militar humano, eso es lo que no nos han dicho.
—Bueno, en el fondo es comprensible que mantengan al mando militar humano, ¿no crees? —Le miró de reojo—. Al fin y al cabo, puede que tengan miedo.
—¿De qué? —Frunció el ceño—. ¿Porque creen que no somos tan humanos como ellos? Venga, no me jodas. Muchos de ellos también tienen muchas mierdas y mutaciones en sus ADN y se hacen llamar humanos. —Alzó las manos alterado—. De hecho me atrevería a decir que algunos tienen más alteraciones que nosotros… Venga tío, no me jodas…
—Si yo te entiendo —dijo en tono conciliador para tratar de tranquilizarlo—, pero a la gente le da miedo las personas que pueden hacer cosas extraordinarias como tú, que corres más rápido que nadie.
—Bueno, ya ves —resopló—, soy poco más rápido que Usain Bolt.
—Clyde… —Suspiró y negó con la cabeza dándole palmaditas en la espalda—. Mira, todo esto es muy raro y es mejor que no comentes nada, todo queda entre tú y yo.
—Sí, claro. —Miró a su alrededor—. Fuera del alcance de las cámaras, ¿no?
—A ver… —Se pasó la mano por el pelo con aire de preocupación—. Puede que estemos siendo un poco paranoicos y si nos precipitamos, podemos buscarnos un problema.
—Ya… —Se mordió el labio y le dio un par de palmaditas en la espalda—. A mí también me encanta mi trabajo y no quiero que la capitana Abbott se cabree.
            Se detuvieron frente a un grupo de casitas de una planta que parecía el típico vecindario norteamericano.
—Y no te duermas mañana, misifú.
—Déjame en paz, pulgoso.
            Se despidieron entre risas entrando cada uno en sus casas, que se hallaban a lados opuestos de la carretera.

Clyde



2 comentarios:

  1. Leido ,muy majos estos cambiaformas XDZxZd ,y que chasco lo de la doctora ,pobre XDXD

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    1. En realidad no son cambiaformas. Ya te lo explico mañana cuando nos veamos XD
      Me alegro de que te guste XD Mañana comentamos.

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